CENTENARIO
as fiestas del Centenario de la Independencia en el Perú significaron, especialmente para la ciudad de Lima, la oportunidad de generar una serie de cambios, entre 1921 y 1924. Nuevas avenidas, plazas y parques vinieron a transformar la estructura de la ciudad. El proyecto modernizador del Oncenio de Leguía se dedicó con especial énfasis a mejorar las condiciones de higiene, transporte y servicios públicos. A la par se daba una gran especulación inmobiliaria, con una fuerte tendencia a la urbanización de terrenos agrícolas. La ciudad se expandió como no lo había hecho antes, ocupando zonas del sur: frente a una Lima “antigua”, otra “moderna” se desarrollaba. Una gran cantidad de lotes sirvieron de terreno para nuevas casas. La arquitectura de los sectores acomodados se manifestó de manera muy variada, expresando gustos exóticos por el pasado remoto o realidades lejanas. Algo más: la escultura pública se volvió especialmente importante en la imagen de una ciudad que quería estar entre las grandes capitales de América. Las fiestas del Centenario dejaron una ciudad en proceso de crecimiento. El poder había mostrado voluntad en producir cambios importantes y en mejorar y adornar la ciudad: estaba naciendo una capital con nuevos deseos y pretensiones. El éxito de las fiestas dejó, además, un gobierno fortalecido y consolidado que duraría varios años más, hasta caer en la desgracia. La modernización de la ciudad, no la modernidad y menos aún la del país, una vez más sería incompleta.
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